El lenguaje inclusivo reconoce la diversidad, transmite respeto hacia todas las personas, es sensible a las diferencias y promueve la igualdad de oportunidades. El contenido no debe hacer suposiciones sobre las creencias o compromisos de ningún lector; no contener nada que pueda implicar que un individuo sea superior a otro por motivos de edad, género, raza, etnia, cultura, orientación sexual, discapacidad o condición de salud; y debe utilizar un lenguaje inclusivo en todo momento. Los autores deben asegurarse de que los escritos estén libres de prejuicios, estereotipos, jergas, referencias a la cultura dominante y/o suposiciones culturales. Recomendamos buscar la neutralidad de género mediante el uso de sustantivos en plural (investigadores, académicos, clientes) de forma predeterminada siempre que sea posible para evitar el uso de "él, ella" o "él/ella".

Recomendamos evitar el uso de descriptores que hagan referencia a atributos personales como edad, género, raza, etnia, cultura, orientación sexual, discapacidad o condición de salud a menos que sean relevantes y válidos. Cuando se utiliza terminología de codificación, recomendamos evitar términos ofensivos o excluyentes como "maestro", "esclavo", "lista negra" y "lista blanca". Sugerimos utilizar alternativas que sean más apropiadas y (auto) explicativas, como "primaria", "secundaria", "lista de bloqueo" y "lista de permitidos". Estas pautas pretenden ser un punto de referencia para ayudar a identificar el lenguaje apropiado, pero de ninguna manera son exhaustivas ni definitivas.