La Habana cumple medio milenio de existencia. Y aludimos a él como al aniversario de una entidad viva, porque esta es una ciudad que trasciende a la simple presencia del topónimo sobre el mapa.
Vista así, de cerca, la Capital contiene una polisemia de significados y valores que van desde lo colectivo a lo individual, de tal manera que todos somos cronistas de La Habana y construimos cada día una memoria sobre ella, a partir de la actividad cotidiana. Por esa razón, el Comité Editorial de la Revista Cubana de Meteorología adoptó el acuerdo de dedicar un número especial a esa importante efeméride.
La Habana ha surgido literalmente del mar, así lo explican la geología y la historia. Pero los adelantados, sus primeros habitantes, los que la establecieron al sur, siguieron el método fundamental de prueba y error y optaron enseguida por trasladarla al norte. La razón está en que su relación con el mar se tornó difícil en aquel sitio. Tan fugaz fue su existencia, que hasta hoy no se dispone de evidencia que permita afirmar con exactitud cuál fue su entorno fundacional.
¿Por qué emigraron al norte los fundadores de San Cristóbal?: las hipótesis no nos conducen sino a plantearnos nuevas preguntas. Una de ellas, la más cercana a nuestro interés temático, fue presentada hace 35 años por un destacado meteorólogo guanabacoense1. En su propuesta, aquel estudioso del tiempo, del clima y de la historia, se aventuró a dar una solución a la causa del traslado, partiendo de la posibilidad de que el lugar fuese golpeado por una extraordinaria inundación costera, resultante del paso de un huracán por la localidad. En su opinión, el fenómeno tuvo tal magnitud que disuadió a sus escasos habitantes a abandonar el sitio, dadas sus condiciones geográficas marcadas por el peligro, la vulnerabilidad y el riesgo de tales eventos.
Habida cuenta de la esencia multifactorial en el desarrollo de la historia, nosotros agregaríamos a esa causa potencial en el sur de Artemisa y Mayabeque, los recurrentes sures capaces de generar invasiones del mar, y otras condiciones ambientalmente adversas como la escasa batimetría litoral, la poca altura de la llanura costera y pantanosa con grandes poblaciones de insectos, y la carencia de una bahía natural y segura para la navegación. Sin dudas, la costa septentrional más elevada, y la espléndida rada de Carenas, solventaron muchos de aquellos inconvenientes. Es así que los fundadores trasladaron la villa a una nueva locación, sin renunciar al mar, y lo que es más importante: lo siguieron asumiendo como amigo.
Resultado de toda esa historia, y del incesante proceso de generación del conocimiento, devienen los resultados que se incluyen en este número de la Revista, que emerge de la labor investigativa de meteorólogos y especialistas de diferentes áreas, generaciones y procedencias, unidos por La Habana y el aniversario que motiva esta presentación especial.
Dos mil diecinueve trae también momentos de especial significado para la historia de la meteorología cubana, relacionados con tres habaneros notables en la ciencia: uno de esos momentos corresponde al 4 de enero, cuando conmemoramos el centenario de la muerte de Andrés Poey Aguirre (1825-1919), director-fundador del Observatorio Físico-Meteórico de La Habana, primer centro meteorológico oficial de Cuba. El día 22 del mismo mes llegó el aniversario 130 de José Carlos Millás (1889-1965), el meteorólogo más notable de la primera mitad del siglo 20, director del Observatorio Nacional durante cuatro décadas. Finalmente, el 25 de octubre marca el centenario de Roberto Ortiz Héctor (1919-1995), pronosticador consagrado y autor de la hipótesis sobre al traslado de La Habana a que nos referimos con anterioridad.
El 10º Congreso Cubano de Meteorología, a desarrollarse entre el 2 y el 6 de diciembre de 2019, también dedicará su atención y orientación temática a la ciudad y su aniversario 500.
San Cristóbal de La Habana, llevada junto a la ribera del río Almendares y más tarde a la frontera suroeste del canal del puerto de Carenas, lleva medio milenio contemplando al mar y su íntima relación con la atmósfera. Es un vínculo inconmovible sustentado en el amor, y marcado a veces por breves accesos de furor que los habaneros han venido perdonando como se perdonan las faltas a un ser querido. Tal vez pensando en tenerlos siempre a la vista, los fundadores del Servicio Meteorológico de la República de Cuba construyeron su sede cerca del mar y frente a la bahía, en una altura adyacente, como para vigilar la estrecha y sensible relación entrambos. Las futuras generaciones de meteorólogos cubanos serán herederos de ese vínculo, y continuarán aportando al inestimable patrimonio cultural creado en estos 500 años de historia.